domingo, 1 de noviembre de 2015

Las lágrimas, ardientes, cortando mi piel en su descenso desde mis aflijidos ojos. El temblor de mi cuerpo no para. Como si todos estuvieran aquí, apalizándome. Todos y cada uno de ellos. No puedo verlos, no puedo sentirlo, pero sé que están ahí. Me hacen temblar.

Ella escribe, yo leo. Cada mensaje es un golpe a mi entereza. Cada frase desgaja más este ya dolido corazón. El dolor se acomoda en su interior, se coge un buen sitio y me mira diciéndome que va a quedarse ahí un buen rato.

Duele.